A Call From the Sahara
- Posted by Julia Burns
- On June 2, 2022
- Sahara
By Pepe Ivars
Un aventuro y explorador Español radicado en el Reino Unido nos cuenta el desafío de entrenar en el desierto para la carrera más dura y exigente del mundo.
Escribo este articulo ya desde la comodidad de mi oficina en Londres con un tiempo horrible cortesía de storm Corrie que nos ha regalado unos días de frio y nieve por aquí y algo que, para alguien como yo que dedica a hacer expediciones polares es una bendición.
Y supongo que os preguntareis que hace un explorador polar escribiendo un artículo para la revista sobre el Sahara… y todo empezó a principios de Noviembre, cuando me llama al móvil mi amigo Jimmy Burns Marañón, chairman del BritishSpanish Society donde los dos ejercemos como voluntarios :
– Hi Pepe, how are you mate. Are you coming to the Xmas concert?
-Erhhh.. Jimmy yes sure… I am travelling now and have access to the diary, but yes.
-Perfect then, book now before we run out of tickets, Ok? Where are you?
– In the Sahara Jimmy
– Whhaaat? You’re kidding me
-Nope. Busy going up a massive dune now so let me call you back next week, ok?
– Crazy!
Y así empezamos a plantearnos porque no hacer una colaboración con La Revista, para escribir sobre algunas de estas aventuras que son parte de mi día a día pero que puede interesar a muchos de nuestros socios, así que espero no defraudar compartiendo estas historias.
¿Y qué hacía yo en Marruecos? Pues estaba en el Sahara entrenando el Maratón des Sables del 2023. Este tipo de eventos requieren una gran preparación y logística, probar diferentes materiales y probar la alimentación e hidratación. Un montón de muchos detalles que hay que tener resueltos antes de emprender una de estas aventuras.
La Marathon des Sables (MdS) es considerada por muchos la carrera más dura y exigente del mundo. Son 6 días en autosuficiencia por el desierto, cargando todo en una mochila de 8 a 8.5kg de peso, y con etapas para recorrer los más de 250km del recorrido con una etapa larga de 90km… Es una clásica que requiere una buena preparación mental para afrontarla.
Nuestro viaje se organizó a principios de noviembre, cuando todavía se puede correr por las dunas con un poco menos del calor achicharrante de abril, y con una temperatura muy similar que durante la carrera. Fuimos un equipo de 10 personas, con un coche de apoyo que nos daba soporte logístico y llevaba el agua. Al final corrimos los 14o kilómetros que separan Zagora del Lago Iriki, en 4 días a muy buen ritmo y probando diferentes opciones de material, peso y avituallamiento.
La llegada a Marrakech fue lo que se puede esperar llegando a un sitio de caos ordenado como es Marruecos, en medio de la pandemia y con las restricciones para los vuelos del Reino Unido… una aventura antes de empezar la aventura. Dentro de Marrakech nos quedamos en un Riad en la zona del zoco cerca del palacio real, un sitio excelente para descansar fuera de la aglomeración de turistas y del tremendo tráfico del centro de la capital.
A lo largo del día fueron llegando los diferentes compañeros de aventura desde diferentes destinos y al final del segundo día estábamos todos juntos compartiendo mesa y planeando esta ‘running expedition’ del sur del Sahara. Durante estos viajes se comparten muchas horas con los compañeros de aventura y se acaba creando una relación especial con cada uno de ellos. Hay que tener en cuenta que los que hacemos este tipo de actividades y expediciones somos relativamente pocos, y en cierto modo, compartimos una forma de vivir la vida que nos hace mas gregarios, y no es extraño que, durante los años, coincidimos muchos de nosotros en este tipo de cosas. Es el caso de un buen amigo, un gran crack como es el Albert Bosch, que fue uno de los que pario este concepto de aventura running en un medio como el desierto un grupo de medio ‘locos’ con esa energía focalizada. Un grupo muy interesante en el que había unos cuantos “monstruos” – algunos con 4 MdS a sus espaldas – pero también personas ‘normales’ que querían vivir esa experiencia diferente con sus hijos o amigos. Y eso fue lo que enriqueció esta experiencia, el compartir con personas “normales” una actividad de la que cada uno quiera sacar algo diferente.
Así con ese buen rollo, el tercer día nos levantamos temprano y empaquetamos para que los jeeps nos llevaran rumbo hacia el sur. Exactamente unas diez horas de viaje hacia el suroeste, camino a nuestro punto de salida de M’Hamid El Ghizlane el pueblo que es la puerta del inmenso desierto del Sahara oriental. A mitad camino, hicimos una parada tras atravesar las montanas del Atlas, en el pueblo de Ouarzazate, un pequeño oasis estratégicamente posicionado, y postal idílica para tomarse una buena foto con su Kashba y palmerales de fondo.
Esa noche de antes todavía en contacto con civilización, es importante para ultimar los detalles del equipo y disfrutar del lujo de una ducha caliente que tardaríamos varios días de volver a poder disfrutar. Preparando las mochilas con el material, me di cuenta de que las polainas que gastamos para proteger las zapatillas de la arena, no las había llevado al zapatero para que las colocara, así que me tuve me ir a buscar un zapatero local bereber que, a base de cola natural y clavos, me las instalo sin problema alguno en las zapatillas por 4 dirhams; ¡Aun veo la cara de sorpresa del tipo cuando intentaba explicarle más o menos lo que tenía que hacer!
Al día siguiente, desayuno al amanecer y salimos a la primera luz. Es una sensación especial el trotar por una callejuela medio asfaltada que se mete de lleno en el desierto. Una puerta mágica a otra dimensión del desierto de arena que sería nuestro hábitat por los siguientes cuatro días.
La primera etapa definió desde el principio a los dos grupos de corredores que se mantendrían durante el resto de las etapas, y además sentó bien las expectativas del ritmo en el que todos íbamos cómodos, rápidos, pero dosificando en cada etapa para llegar “enteros” al punto final de esta expedición. El grupo de cinco atletas terminamos la primera etapa de 36km en poco menos de 5 horas – rápido para el tipo de terreno y desnivel.
Ese día dormíamos en una haima bereber que estaba a los pies de la gran duna del Leon (Zahar). Una montaña de área que sobresale en el horizonte del Sahara por su estética belleza. Y desde su cima vimos el sol ponerse, en un espectáculo de esos que solo unos privilegiados tienen la suerte de vivir alguna vez en la vida.
Esa primera noche en el desierto fue especial. Mientras preparábamos una bien ganada cena de comida liofilizada y barritas de muesli,… hicimos una hoguera y nos quedamos hasta tarde alrededor del fuego compartiendo batallitas y conociéndonos todos un poco mejor.
Las noches en el desierto son muy frías, en muchas ocasiones cerca de cero grados y la arena abrasante durante el día, se convierte en una masa orgánica fría como un bloque de puro hielo.
El día siguiente era el día el más “corto” en el papel, pero nos acabó costando 6 horas y media terminar los 34 kilómetros en el corazón de las dunas de Chegaga. Fue un día muy duro por el calor y el desnivel de las dunas, sobre un firme de arena suelta y desniveles de dunas que se hacían interminables. Esta fue la etapa reina de esta expedición y una de las etapas del MdS, y esa noche dormimos como niños.
Dia 3 de la expedición, salimos de Chegaga por terreno de dunas siguiendo por el valle del rio Draa – el rio más largo de Marruecos pero que por estas fechas va seco. Este tercer día de expedición nos llevó a través de más dunas y pistas de arena por donde pasan las caravanas de dromedarios bereberes que son los pocos que transitan por este remoto lugar.
En el desierto la navegación puede ser complicada, por ello para este tipo de expediciones llevamos una baliza (navegador GPS) que nos sirve para comunicarnos con el mundo al mismo tiempo que nos marca el camino a seguir. En esta zona del desierto marroquí, y por la proximidad a Algeria no hay nada de cobertura de móvil. Y yo personalmente llevo una manta solar que me ayuda a cargar las baterías. ¡Victimas de la tecnología!
Esta etapa fue de algo mas de treinta kilómetros, pero rompe-piernas total. Caminos de arena donde no había ni un solo tramo duro donde poder correr decentemente. En total unas 5 horas y media de martirio que nos lo tomamos con resignación. Esa noche la pasamos a la orilla del lago Iriki, un lago seco en el desierto y en un sitio excepcional donde las estrellas nos deleitaron con un espectáculo sin igual. Esa noche seria corta porque decidimos salir de noche con las frontales y antes del amanecer para ver la salida del sol corriendo.
La última etapa fue muy especial y ¡muy rápida! Otros 39km que recorrimos en 4 horas y once minutos cargados con mochilas y corriendo haciendo relevos, un trabajo de equipo sin igual en la que todos dimos el máximo que teníamos para acabar en un tiempo récord. Es impresionante como en apenas 4 días un equipo de personas que no se conocían lleguen a este punto de compenetración y ritmo que nos permitió disfrutar al máximo de esta experiencia
Al terminar la etapa y celebrar con un bocata que nos tenían preparado los del coche de apoyo, para recuperar energía para las dos horas de jeep hasta el hotel de Foum Zguid. Esa noche dormimos en una cama confortable y con ducha de agua caliente, y nos tomamos una cerveza local, que sabiendo un poco como funcionan las cosas en Marruecos, es relativamente fácil conseguirlas.
Al día siguiente nos subimos a los coches de buena mañana y salimos hacia Marrakesh, yo para volar de regreso a Londres y el resto del equipo se quedo una noche mas para disfrutar de la capital. Yo ya tenía mi cupo de tagines, pastilla and harira soup, y prefería cenar un buen Fish & chips.
Una experiencia muy recomendable y de la que cada uno de los que participamos sacamos de ella lo que esperamos. Por mi parte iba buscando un entreno de calidad en un evento puramente deportivo, con el objetivo de probar equipo y tomar notas técnicas, ritmos, pulsaciones y todo eso… y termine viviendo una gran aventura con un excepcional grupo de personas que se convirtieron en amigos y que ya estamos planeando la próxima aventura. Los que nos dedicamos a hacer este tipo de cosas de forma habitual a veces perdemos la noción de que también hay que disfrutar de la experiencia, no solo centrarse en la consecución de un objetivo, y esta experiencia me ha ensenado eso.
Espero que hayáis disfrutado leyendo esta crónica tanto como yo la he disfrutado escribiendo y recordando estos momentos. Si alguien alguien de vosotros quiere más información sobre esta o cualquier otra aventura que estéis planeando podéis contactarme directamente o a través de la BritishSpanish Society y estaré encantado de poder ayudar en lo que pueda.
Nota sobre el autor: Pepe Ivars es Fellow de la Royal Geographical Society y Alpine Club y miembro del Comité Ejecutivo de la BritishSpanish Society.
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